"Bossa Nova Baby" es un delicioso despropósito musical y uno de los mayores "pecados culpables" para todo fan de Elvis en la tesitura de reivindicar al ídolo frente a los escépticos.
¿Qué demonios es? De todo menos una bossa nova, el delicado estilo musical brasileño que enloquecía al mundo en aquella época. Los principios estéticos que definían a Elvis hasta ese momento apenas se dejan ver.Tiene algo de rock estilo Bo Diddley, enterrado bajo piñatas reventadas que esparcen su relleno de ritmos latinos reconstruidos, trompetas mariachis y una letra escrita con el torrente sanguíneo cargado de alucinógenos; incluso sirvió de base para una célebre parodia en España, aquel "Amatoma" de Florentino Fernández.
¿Por qué, entonces, es una canción tan buena (al menos para mi)? ¿Por qué, cuando la escuchas, tienes que hacerlo más de una vez (es lo que yo hago)? Pues porque, como nosotros mismos y nuestro pasar por el mundo, es un cúmulo de contradicciones que, vistas con la adecuada perspectiva, se convierte en una hermosa armonía de colores, texturas, aromas y sabores; es una explosión de alegría, deshinibición y juerga desacomplejada, que te da la vida cuando la propia vida se empeña en quitártela con las porquerías cotidianas. Elvis canta y baila como si le fuera la vida en ello y la obra en su conjunto es una soflama de picor jalapeño, que nos empuja a sonreír, relajar el rictus espiritual, servirnos otra copa de algo que nos emborrache y gozar de todo lo que se nos regala tras cada amanecer.
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